NARRACIONES DE SALTUR
Colaboración: Santiago Delgado Sánchez
Era el año 1948
cuando el anexo Saltur de la hacienda Pomalca Viuda de Piedra lo administraba el
Sr. Nicanor Carmona, sus habitantes no pasaban de 250 familias estables. Los
señores de la Piedra por intermedio de contratistas buscaban enganchar trabajadores en la serranía
de Cajamarca y también de Piura. Los primeros para corte de caña y llenado de
carros de línea para halarlos con el ferrocarril hasta la fábrica de Pomalca.
60 carros llenos de caña partían de Saltur por día. Los enganchados provenientes de Piura se
ocupaban como palaneros. Es por ello que
por entonces se hizo famosa la frase: “Serrano al machete y cholo a la palana”.
El administrador
también cumplía la función de juez, porque atendía toda clase de demandas y los
arreglaba castigando al culpable según su delito. Había mucha disciplina y
respeto, tanto en el trabajo como en la población; los vigilantes hacían cumplir las órdenes, no
había robos ni alcoholismo. La orden superior era: los sábados podían tomar,
bailar toda la noche, pero el domingo solo
hasta las 9 p.m. Los vigilantes Maximiliano Salazar, Guadalupe More y Juan
Castillo ponían toque de queda, algún caprichoso que quería seguir en fiesta o
tomando licor lo llevaban preso al calabozo.
En esta época no
había doctor en Saltur, para viajar a Chiclayo se esperaba el ferrocarril que
salía de Pucalá a las 7.a.m. llevando
azúcar y jalando 2 coches de pasajeros; uno de primera y otro de segunda, los
pasajes eran de S/ 0,50 y S/0.30 respectivamente y regresaba a las 4 p.m.. No
había otra clase de de transporte.
En Saltur había una
posta médica con un enfermero llamado Leoncio López Torres, los enfermos le
hacían el ruedo para comunicar sus dolencias, no había privacidad. Para toda enfermedad,
como dolor de oído, fiebre, diarrea, dolores, etc. se les preparaba cucharadas
de medicina. A la malaria se le conocía como terciaria o paludismo y se le
aplicaba ampollas de quinina. En estos años resultó una epidemia terrible
llamada la viruela, con fiebre muy alta y granos en todo el cuerpo, era muy
contagiosa. Se evitaba a los enfermos, inclusive gente de afuera ya no llegaban al pueblo, al
ver estos casos, el administrador se comunicó con los señores dueños de la
hacienda y ordenó aislar a todos los enfermos y se les construyó 2 casas de
qunicha de caña brava a la salida del pueblo al lado sur, se les dotó de
tarimas de caña y colchones de piso, y nombró a mujeres piuranas para que los atiendan a los enfermos
día y noche, eran mujeres que no tenían conocimiento de enfermería , lo único que
les daban eran agua cocida; los levantaban, les daban sus alimentos como les
ordenaba el enfermero. Tan pronto iban mejorando los dejaban salir, como
también ingresaban nuevos enfermos. A la cuidadora de enfermos se les titulaba
de “madrecita”, ella se llamaba Elena Sernaqué; su salario era igual al de las
trabajadoras de campo S/ 2,50 por día. Así cumplieron su trabajo estas mujeres
por varios meses hasta que pasó la epidemia, haciendo bien al prójimo sin tener
miedo de contagio. Ese recuerdo lo llevamos presentes los antiguos y pocos que aún
quedamos en Saltur.
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