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lunes, 27 de enero de 2014

NARRACIONES DE SALTUR

NARRACIONES  DE  SALTUR
Colaboración: Santiago Delgado Sánchez
Era el año 1948 cuando el anexo Saltur de la hacienda Pomalca Viuda de Piedra lo administraba el Sr. Nicanor Carmona, sus habitantes no pasaban de 250 familias estables. Los señores de la Piedra por intermedio de contratistas  buscaban enganchar trabajadores en la serranía de Cajamarca y también de Piura. Los primeros para corte de caña y llenado de carros de línea para halarlos con el ferrocarril hasta la fábrica de Pomalca. 60 carros llenos de caña partían de Saltur por día.  Los enganchados provenientes de Piura se ocupaban como palaneros.  Es por ello que por entonces se hizo famosa la frase: “Serrano al machete y cholo a la palana”.
El administrador también cumplía la función de juez, porque atendía toda clase de demandas y los arreglaba castigando al culpable según su delito. Había mucha disciplina y respeto, tanto en el trabajo como en la población;  los vigilantes hacían cumplir las órdenes, no había robos ni alcoholismo. La orden superior era: los sábados podían tomar, bailar toda la noche, pero el  domingo solo hasta las 9 p.m. Los vigilantes Maximiliano Salazar, Guadalupe More y Juan Castillo ponían toque de queda, algún caprichoso que quería seguir en fiesta o tomando licor lo llevaban preso al calabozo.
En esta época no había doctor en Saltur, para viajar a Chiclayo se esperaba el ferrocarril que salía de Pucalá a las 7.a.m.  llevando azúcar y jalando 2 coches de pasajeros; uno de primera y otro de segunda, los pasajes eran de S/ 0,50 y S/0.30 respectivamente y regresaba a las 4 p.m.. No había otra clase de  de transporte.
En Saltur había una posta médica con un enfermero llamado Leoncio López Torres, los enfermos le hacían el ruedo para comunicar sus dolencias, no había privacidad. Para toda enfermedad, como dolor de oído, fiebre, diarrea, dolores, etc. se les preparaba cucharadas de medicina. A la malaria se le conocía como terciaria o paludismo y se le aplicaba ampollas de quinina. En estos años resultó una epidemia terrible llamada la viruela, con fiebre muy alta y granos en todo el cuerpo, era muy contagiosa. Se evitaba a los enfermos, inclusive  gente de afuera ya no llegaban al pueblo, al ver estos casos, el administrador se comunicó con los señores dueños de la hacienda y ordenó aislar a todos los enfermos y se les construyó 2 casas de qunicha de caña brava a la salida del pueblo al lado sur, se les dotó de tarimas de caña y colchones de piso, y nombró a mujeres  piuranas para que los atiendan a los enfermos día y noche, eran mujeres que no tenían conocimiento de enfermería , lo único que les daban eran agua cocida; los levantaban, les daban sus alimentos como les ordenaba el enfermero. Tan pronto iban mejorando los dejaban salir, como también ingresaban nuevos enfermos. A la cuidadora de enfermos se les titulaba de “madrecita”, ella se llamaba Elena Sernaqué; su salario era igual al de las trabajadoras de campo S/ 2,50 por día. Así cumplieron su trabajo estas mujeres por varios meses hasta que pasó la epidemia, haciendo bien al prójimo sin tener miedo de contagio. Ese recuerdo lo llevamos presentes los antiguos y pocos que aún quedamos en Saltur. 



       

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