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sábado, 4 de julio de 2009

MITOS, CUENTOS Y LEYENDAS

EL MONJE DE LAS CATACUMBAS DE LA IGLESIA DE LA PUNTA

Cuenta el experimentado huaquero José, que un día llegó hasta su casa un reconocido brujo a pedirle sus servicios en el oficio que él durante varios años había logrado ganarse el respeto, el trabajo consistía en entregarle una calavera para ser empleada en la mesa del brujo, pero esta no debería ser de cualquier entierro, sino de una de las tumbas que se encontraba en el sótano de la antigua iglesia colonial de La Punta. Doscientos soles fue el ofrecimiento del brujo por el cráneo.José, acostumbrado durante muchos años a este oficio no se hizo de rogar y de inmediato aceptó la propuesta, por la tarde cogió su mochila, su palana, su chuzo y unas cuantas hojas de coca que de inmediato echo a su boca y se dirigió a la antigua iglesia que muy bien conocía desde niño, ingresó a ella por donde se ubicaba la puerta principal, se dirigió hacia el altar y volteando a la izquierda en el rincón, con su plana sacó un poco de tierra y adobes que apenas cubrían la entrada del sótano, bajó unas cuantas gradas y de pronto se encontró en medio de las tumbas, escogió la mas cercana y con poco esfuerzo la destapó, observo dentro de ella y antes de recoger la cabeza sacó de su mochila su botella con yonque y se tomó un buen trago, retiró el cráneo del cuerpo, lo echó a su mochila, y sin buscar mas en la tumba la tapó rápidamente y salió con el encargo del brujo; al día siguiente como ya estaba acordado, el brujo llegó con el dinero y José le entregó la cabeza.
A los pocos días Carlitos, de apenas 8 años, hijo menor del huaquero, había perdido el apetito y estaba muy extraño, José, llamó a su hijo para preguntarle que le pasaba y este le dijo: allá en el algarrobo hay un señor que todos los días me dice ¡Quiero mi cabeza!, su padre en tono molesto le dijo: ¡Oye, que te pasa!, no seas sonso, déjate de tonterías y retirándose se fue a su cama a pensar y sospechando de la cabeza que había entregado al brujo, empezó a preocuparse, al día siguiente volvió a preguntar a su hijo por la apariencia del hombre que se le aparecía, su hijo lo describió como un hombre con un largo vestido que le cubría desde la cabeza hasta los pies, el un poco temeroso pero disimulando le pidió que le dijera el lugar exacto y la hora que lo veía para el mismo poder comprobarlo, y así fue, al día siguiente en el lugar y hora indicada encontró al monje parado y en postura desafiante que en tono molesto y amenazador le dijo ¡Quiero mi cabeza! , José bastante temeroso y confundido pensando que se trataba de su imaginación se retiró del lugar, ya en el interior de su casa al ver a su hijo muy enfermo así como también a su esposa, desesperado fue al brujo a contarle lo sucedido y obligándole a devolverle la calavera le regresó los doscientos soles, el brujo al ver la desesperación y darse cuenta del peligro de la familia de José accedió a devolverle la calavera, José sin decir nada, la echó rápidamente a su mochila y la misma tarde regresó a la antigua iglesia, ingresó por una de las ventanas y bajó a las catacumbas, abrió la tumba y repuso el cráneo en su lugar, tomo un trago de yonque le rezó un padre nuestro, le pidió perdón, tapó la tumba y regresó a su casa, en un rincón prendió una velas pidiéndole nuevamente perdón al monje, colocó su mochila junto a la palana y el chuzo y desde ese día no mas se apareció aquel monje, su familia sanó y el por temor cambió de casa.

EL BAÚL DE LA HUACA SAN JUAN

Antonio y Juan, como de costumbre llegaron a la huaca San Juan en busca de huacos, chaquiras y si la suerte les acompañaba hallaban algún objeto de plata o de oro que encontraban en las tumbas de los antiguos habitantes de Pomalca. Antes de cavar se echaron unas hojas de coca y se pusieron a masticar mientras se cambiaban de ropa y marcaban el lugar donde harían su pozo, tan pronto empezaron a dar las primeras palanadas, Antonio le dijo a Juan: la coca se me puso dulce, nos va ir bien, Juan, sonriendo le dijo: sigue no mas y continuó cavando, media hora después ya con el cuerpo cubierto de tierra y escupiendo con barro, se encontraban casi a un estado de profundidad, Juan salió a tomar un poco de aire mientras Antonio estaba a punto de desenterrar algo que ya lo tenía intrigado pues era algo muy particular que su chuzo no lograba detectar, no era hueso, ni metal, ni callana, dio unas cuantas palanadas mas, botó un poco mas de tierra, sacó la palana del pozo y con sus manos empezó a descubrir el misterioso entierro, grande fue su sorpresa cuando de pronto iba apareciendo entre sus manos un gran baúl hecho de cuero con madera y armado con unas fajas de metal que apenas lograba ver, pues aún todavía la cubría un poco de tierra, justo en ese preciso momento empezaron a escuchar un ruido que se les acercaba, Juan se encontraba fuera del pozo y logró ver que

se acercaba por la parte baja de la huaca junto al cuartel de cañas un señor vestido de blanco con un gran sombrero, montado en su caballo y acompañado de un enorme perro negro, temerosos ambos de lo que veían se agazaparon, Juan se tiro al suelo y en voz baja le pidió a Antonio enterrara el baúl, este presuroso y temeroso rápidamente jaló con sus manos un poco de tierra, tapó el baúl y le pidió a Juan le ayudara a salir del pozo, estando ambos fuera, temerosos aún observaron que el jinete de blanco, su caballo y el perro hicieron un pequeño descanso frente a ellos sin subir a la huaca y luego prosiguieron su camino, aún con el gran susto Antonio y Juan se tomaron su trago de yonque y continuaron siguiéndolos con la mirada a los misteriosos visitantes de paso hasta desaparecer de su vista, descansaron unos minutos y repuestos del susto volvieron al pozo para continuar sacando el baúl y retirarse lo más rápido posible, Antonio con sumo cuidado ingreso al pozo por su valioso hallazgo, escarbó y escarbó, y el baúl, ¡ni las puntas!, desesperadamente y con mas empeño insistió escarbando mientras se le iba apoderando un mal presentimiento, de pronto sintió un escalofrió que lo hizo reaccionar y muy nervioso le pidió a Juan ayuda para salir e inmediatamente tomando sus cosas iniciaron el retorno a sus casas. Ya en el camino recordaron lo que sus padres les contaban acerca del compacto de los señores de La Piedra en la huaca San Juan y del tesoro que en esta escondían y que ellos lo habían descubierto, pero don Augusto no permitió que lo tomaran, Antonio y Juan son unos de los tantos testigos que han visto hasta la fecha rondar al fantasma de don Augusto montado en su caballo acompañado de su mastin con dientes de oro, cuidando su gran tesoro en el baúl de esta famosa huaca.




















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