Don Manuel Pacherrez era el jefe de compuertas por el año 1955. En cierta ocasión que le tocó trabajar en el turno de noche, después de haber acomodado sus tapas en la acequia para el riego de las cañas se puso a preparar su cama para acostarse , era cerca de la media noche y apenas se había quedado dormido lo despertó un ruido y vio acercarse a 8 personas montados en caballos bien aperados. En todos ellos, a pesar de la oscura noche resaltaban los brillantes adornos de plata en los cueros de los aperos. Don Augusto de la Piedra los guiaba. Manuel había dejado la tranca enganchada y con candado, sin embargo el misterioso grupo de jinetes lo había pasado sin dificultad para dirigirse a una casa que estaba cerca de la compuerta. Esta extraña visita nocturna le hizo sentir curiosidad a don Manuel y quiso averiguar a quienes había traído don Augusto a esas horas de la noche, así que se dirigió silenciosamente a la casa, una linterna a kerosene en medio de la mesa alumbraba a los acompañantes y tras acercarse un poco mas por la puerta que estaba entreabierta pudo ver a todos que animosamente conversaban dejando ver sus enormes muelazas y sobre todo sus filudos colmillos que sobresalían de sus gruesos labios, por un momento don Manuel quedó paralizado de susto, pero reponiéndose corrió hasta la casa de su jefe don Luis Páez a quien le contó lo que había visto, y este tranquilamente le dijo: No te asustes, ese es nuestro patrón con sus íntimas amistades, regresa a tu trabajo él no te va a ser daño. Al día siguiente, aún incrédulo de la que había visto, muy de mañana se acercó a la tranca y la encontró aún con candado y en el lugar no encontró rastros de nada.
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