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viernes, 28 de octubre de 2011

EL CUARTO ENCANTADO DE LA MONTAÑA SAGRADA DE VENTARRÓN



Un día de primavera del año 1967 un grupo de estudiantes del Colegio Octavio Campos Otoleas acompañados de dos profesores se dirigieron hacia el cerro Boró – Ventarrón a realizar una excursión al campo. Edilfonso Mena Morales y cuatro compañeros mas se habían adelantado al grupo y se dirigían a la Cruz de Palo, que por ese entonces estaba en la parte alta del cerro Boró. Al pie de esta cruz encontraron unas cuantas monedas que algún devoto dejó  cambio de un milagro, Pedro las tomó y las echó a su bolsillo. Juan le advirtió que las dejara en su lugar porque la Cruz le iba a castigar y no le iba dejar bajar del cerro. Pedro no escuchó la advertencia y se sentó junto a sus tres acompañantes a tomar un descanso, luego decidieron seguir su camino hacia Ventarrón y empezaron a descender para ir por las faldas del cerro. Sin mirar hacia atrás el grupo avanzó un largo trecho y de pronto se dieron cuenta que Tomás no estaba junto a ellos y volviendo la mirada lo observaron que aún estaba junto a la cruz. Un gran terror se había apoderado de él que ni siquiera podía dar un paso hacia abajo, el grupo tuvo que regresar para convencerlo que deje las monedas junto a la cruz. Pedro aceptó devolverlas y luego pudo bajar tranquilamente y todos juntos se dirigieron hacia Ventarrón. Estando aproximadamente a medio camino de la cruz de Ventarrón y a media falda del cerro se encontraron con un impresionante cuarto de piedra tallada en la roca del cerro. Este tenía sus cuatro paredes y en una de ellas tenía una abertura de una puerta que daba hacia la parte baja.
Todo el grupo estaba encima de este cuarto que estaba sin techo. Raúl quiso bajar y  entrar a mirar los detalles de los murales que adornaban sus paredes de piedra tallada y pulida, pero los demás quisieron avanzar hacia Ventarrón, así que decidieron que al regreso ingresarían al cuarto para ver con mas detalles los murales de colores. Edilfonso tomó un roca y con ella trazó una raya en el suelo como señal para ubicarla al regreso, miró hacia abajo del cerro y observó un viejo y frondoso árbol de algarrobo junto a la acequia, que también tomo como referencia y luego siguieron su camino. Al  llegar a Ventarrón descansaron y  bebieron  unos potos de chicha y mas entusiasmados iniciaron su retorno ansiosos de ingresar al cuarto a ver los murales. Luego de recorrer  medio camino empezaron a buscar las señales que Edilfonso había dejado y de pronto se dieron cuenta que ya estaban muy cerca del cerro Boró, el cuarto de piedra había quedado atrás sin haberlo visto, quisieron regresar a buscar el cuarto pero decidieron acercarse al resto del grupo que había quedado cerca al pozo para contarles del hallazgo. Le comunicaron a su profesor y él  muy entusiasmado tomó su cámara fotográfica   y se dirigió con el grupo en busca del cuarto para tomar algunas fotografías. Nunca encontraron este misterioso cuarto tallado en la roca del cerro, ni el trazo en el suelo ni el viejo algarrobo.
Veinte años después, la promoción de estudios realizó un reencuentro y en ella recordaban este misterioso hallazgo. En una mesa junto a ellos se encontraba un señor de apariencia de mucha edad, que muy atento escuchaba la conversación y al final de esta intervino diciendo: Jóvenes, lo que ustedes han visto es el cuarto encantado del cerro, este misterioso cuarto lo ven solo gente inocente, yo sé de muchos que han encontrado este lugar y cuando han regresado con la intención de enseñarles a otros, el cerro se abre y se lo traga porque está encantado.

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