LEYENDA
LA CALAVERA VENGADORA
Relato: Marco Llontop
Era una Semana Santa de los años 70, cuando un grupo de 6 jóvenes de El Combo
se dirigieron a la huaca con sus palanas a pasar el día, formaron parejas y
cavaron sus huecos en busca de tesoros.
A todos les fue muy bien en sus excavaciones,
y a la una de la tarde empezaron a repartirse huacos y chaquiras. César, el más
irreverente del grupo, además de los huacos había sacado una calavera, de quien
empezó a burlarse y patearla como si fuera una pelota. Sus compañeros le recriminaban por su falta
de respeto a los muertos, pero él, cada vez lo hacía con más burla, levantando
la calavera por los aires con pies y rodillas. Cansado de patear la calavera lo tiró sobre unos vichayos y continuó con el
grupo llevando los huacos hasta su pueblo. Estando ya en El Combo, cada uno tomó
el camino para su propia casa. Cuando César estaba a pocos metros antes de
llegar, pegó un gran grito ¡Mamááá…! ¡Mamááá…!. Su mamá, hermanos y tíos
salieron corriendo de su casa para auxiliar a César, y le preguntaron ¿Qué te
pasa?
¡Una mano mamá!, ¡una mano me quiere sacar la cabeza…! Pero no tienes nada
hijo, le contestó su mama, no hay nadie, ¿Qué te ha pasado? ¡Una mano me está
agarrando del cuello y me quiere arrancar la cabeza¡ Su tío Campalo quien era muy “curioso” y conocedor de cosas extrañas, con
voz fuerte le dijo:
¡Qué has hecho en la huaca! César muy asustado le contó todo lo que había hecho con la calavera, y
obligado por su tío y el susto que estaba pasando, decidió regresar en busca de
la calavera. Campalo pidió un trago de yonque y riñendo a su sobrino se
dirigieron en busca de la calavera, una
vez que lo encontraron, Cámpalo obligó a César recogerla y a limpiarla, César en un principio se negó
a cogerla por susto, pero se vio obligado a hacerlo, ahora con mucho miedo y
respeto lo tomó y con mucho cuidado lo limpió una y otra vez con sus manos, y
continuaron su camino hasta el hueco de donde lo había sacado. Una vez más
Campalo le habló con voz fuerte: ¡Ahora reza y pídele perdón!, ¡Ponlo en el hueco!, ¡Entiérralo con tus manos
y despídete!. Así lo hizo el arrepentido
César para librarse de aquella calavera que fue tratada por él, como si se
tratara de una pelota.
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