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lunes, 24 de octubre de 2011

EL CULTO A LA DIOSA LUNA


Como todos sabemos la luna ejerce gran influencia sobre la tierra y sus habitantes. Desde la antigüedad nuestras primeras culturas descubrieron este poder al observar a la luna en su fase  llena y en la nueva su influencia  sobre el mar  produciendo las mareas altas. Así también  descubrieron la coincidencia en la duración  con el ciclo menstrual femenino. A partir de estos descubrimientos nuestros ancestros siempre  tomaron en cuenta a la luna para sus siembras y cosechas y lo convirtieron en uno de sus principales dioses. Tanto los mochicas como los chimúes adoraban a la Luna a la cual llamaron Si (luna en la lengua mochica). En el valle de Moche, los mochicas erigieron dos templos: El más grande e importante dedicado a la Luna y  el más pequeño, en honor al Sol. A diferencia de los Incas, que en primer lugar adoraban al Sol. Muchas culturas antiguas le atribuían al sol el carácter de padre y a la luna el carácter de madre
A pesar de que Aia paec era la deidad principal de los mochicas, el culto a la luna era el más extendido dada la relación de la luna con el mar y las mareas, puesto que los mochicas eran esencialmente pescadores. Ellos consideraban a la luna más poderosa que el sol. Durante los eclipses lunares creían que la luna era atacada y había grandes llantos y cuando el eclipse pasaba hacían una fiesta celebrando el triunfo de la diosa y hasta le ofrecían en sacrificio  a sus propios hijos.
Don Sebastián Imán de Ventarrón nos cuenta que su padre le aconsejaba a él y sus hermanos que “hasta para tener sus hijos había que tener en cuenta a la luna, y esta unión con su pareja debería ser en  luna llena, así como  lo hacían con la siembra y la cosecha, para tener hijos muy sanos y robustos”. Esta es una tradición oral que se remonta desde muchas generaciones  de padres a hijos desde nuestras primeras culturas.
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